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Si esta papa hablara…

Si a la papita que está en tu plato, a esa redondita, bien preparada y provocativa, le da un día por hablar

Si a la papita que está en tu plato, a esa redondita, bien preparada y provocativa, le da un día por hablar, tal vez muy emocionada te narraría toda la odisea de aventuras y descubrimientos que tuvo que pasar hasta llegar hasta allí. Te contaría de ese viaje fascinante de principio a fin, que comienza desde que se siembra en los fértiles suelos de nuestra geografía colombiana, hasta que termina en tu mesa con todo su delicioso sabor y su energía nutritiva.

Empezaría contándote ese maravilloso comienzo en el campo, en las fincas de los agricultores colombianos, donde el proceso de siembra es todo un ritual. Una a una y con sus manos fortalecidas y curtidas por el trabajo y bajo la sombra de su sombrero, los campesinos se preparan para escoger con cuidado las mejores semillas o las papas que servirán de semilla y plantar las que darán vida a una nueva generación de papas en un suelo bien nutrido y preparado para transmitirle a la papita lo mejor de la tierra. La siembra se acompaña con música y alegría. Una buena energía que se le irradia a la papita para que nazca y crezca bien.

A medida que las semanas pasan, las semillas de papa brotan, crecen, se hacen planta, se forman sus tallos, sus ramas, y de allí, como una colorida competencia a ver cuál es más grande y acapara más sol, las flores de la papa llenan el campo de colores y movimiento. Un hermoso baile con el viento celebrando el crecimiento vigoroso e imparable de las papas bajo tierra.

Un proceso cuidadoso que lleva su tiempo, muchos días de cariño, abonos naturales y riegos precisos incentivando el crecimiento sano de esa enorme sala cuna de papas en desarrollo. Saludables, sin plagas, ni bichos, mientras se protegen a la vez del clima caprichoso y desafiante de la región, que puede sorprender en cualquier momento con una fuerte tormenta tropical que hasta podría acabar con toda la siembra en minutos, o un sol abrasador que deshidrata el suelo y deja a las papitas muertas de sed. Afortunadamente, los héroes de esta historia siempre han sido nuestros campesinos, que siempre están en la jugada y no les quitan los ojos de encima. Con su ruana como capa y alimentados a su vez con el poder de la papa, madrugan y vuelan por laderas, sabanas y montañas a consentir y cuidar a las papas desde temprano; como el verdadero tesoro que son.

3 a 4 meses después, según sea la variedad, en un día preciso que el experto campesino ya sabe, ni temprano ni tarde, llega un anhelado momento: las papitas, que han aguardado todo este tiempo bajo el cálido manto del suelo, creciendo, absorbiendo todos los minerales y vitaminas que le ha proporcionado la generosa madre tierra, la vida que le ha transmitido el agua y la energía que le ha irradiado el sol, están listas para la cosecha. Allí arranca una frenética carrera contra el tiempo. Una tarea muy juiciosa para recolectar todas las papitas que han nacido. Es un momento donde se necesitan manos, muchas manos campesinas. Las del pariente, las del vecino, las del amigo, las del que vino de lejos, de cerquita, se juntan manos para juntar papas.

Con toda la destreza y buen ojo campesino se recolectan miles y miles de papas, separando las más grandes y bonitas. Poco a poco, entre risas y cantos, se llenan de papas todos los recipientes, canastas y costales, mallas, talegos, ollas, mochilas, bolsillos y hasta el sombrero. Con la cosecha hay papas para todos, por montones.

Ya listas y bien empacadas, las papas se embarcan en un viaje hacia su primer lugar de encuentro con más papas de la región y poder llegar al mercado lo más rápido posible, muchas veces por un recorrido lleno de vicisitudes y sorpresas. A lo mejor transportadas en un camión destartalado que se va desbaratando por un empedrado camino, o de pronto en una gran barcaza, al lado de otros víveres atravesando ríos caudalosos, o surcando montañas entre barro y coplas sobre el lomo de una mula.  

Las papas se encuentran en el sitio de acopio, se reúnen, se cuentan, se pesan, se reparten, se distribuyen. Pero todas recorren otra parte del camino hasta donde serán exhibidas, escogidas, compradas, llevadas, preparadas y consumidas. Unas van a parar con un bonito empaque y etiqueta a los grandes supermercados o en un avión que se las lleva a otro país, otras a la tienda del barrio, la de Don José, el fruver de doña Claudia, hay papas que terminan en la plaza, en cadenas de restaurantes, un hospital o en la cocina de un batallón. Hay papas en el mercado campesino, en un carrito de venta ambulante y en un buque que va para Europa. Has papas viajeras por todo el mundo.

Finalmente, nuestras papitas llegan a su destino donde mostrarán de qué están hechas y allí comienza la verdadera fiesta. ¡Abran paso! ¡Llegó la papa a la cocina colombiana! Allí se encuentra con otras manos que esta vez la han de transformar y le darán vida a través de la cocina, uniéndola a platos deliciosos y reconfortantes, complicados o sencillos, pero siempre como el ingrediente estrella que no puede faltar. El alma y la energía de nuestra gastronomía y cultura colombiana.  La papa, ancestral y moderna, la papa eterna que alegra la fiesta y compone el menú.  Desde unas doradas y provocativas papas criollas hasta el más exótico soufflé, siempre con su versatilidad infinita y su irremplazable sabor.

Por eso, la próxima vez que te encuentres con una papa en tu plato, recuerda que te habla de esta apasionante travesía, te habla del esfuerzo, del sacrificio, de la dedicación y el cariño de nuestras manos campesinas, te habla de la riqueza de nuestra tierra. Te habla, en cada bocado, de todo lo rico que hay en el país más buena papa del mundo.

Deja que la papa te siga hablando, conoce todos los detalles y aprende más sobre esta apasionante ruta de la papa, desde que es semilla, hasta que llega a tu plato en

¡Que viva la papa colombiana!

Hola! Soy PapaSofica

Una figura destacada en el mundo de la gastronomía y la nutrición, ha dedicado su vida a explorar y compartir los maravillosos beneficios de la humilde pero poderosa papa colombiana.

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PapaSofica

PapaSofica, reconocida en gastronomía y nutrición, ha dedicado su vida a explorar y difundir los beneficios de la papa colombiana, desde su infancia marcada por una alimentación saludable. Graduada en nutrición, ahora como escritora y chef aficionada, comparte su pasión por este tubérculo a través de artículos y recetas, alentando un estilo de vida consciente y saludable. Su compromiso radica en inspirar a otros a descubrir y disfrutar las virtudes nutricionales y culinarias de la papa colombiana.